Sevilla, 23 de marzo de 2010
Tras este primer asunto Juan A. Huisa ponía rumbo a Santa Lucía, pequeño estado de las Antillas del grupo de las islas de Barlovento. Tras llegar al aeropuerto internacional se dirigió a la capital del país, Castries, para empezar las gestiones pero como era fin de semana los organismos públicos estaban cerrados así que decidió irse a la zona más turística del país para alojarse y desde allí organizarlo todo.
Todas las gestiones que hizo, que fueron multitud, no tenían ninguna garantía; así que decidió alquilar un coche e irse al sur de la isla, a la población de Soufriere que es desde donde parten las poquísimas actividades que se hacen de montañismo.
Huisa: “ Llegar allí ya fue una odisea para mi, conduciendo por la izquierda, con un coche automático y en una carretera plagada de curvas y baches. Ya en Soufriere, una población diminuta aunque famosa en el país por tener las conocidas montañas Pitons, que son dos volcanes que desde el mismo mar se elevan
Las informaciones eran confusas, contradictorias y cuando estaba a punto de perder la esperanza se presento un hombre en una bicicleta destartalada, mal vestido que me aseguraba ser guía y que había estado varias veces arriba. Después de hablar largo y tendido con él, aunque no me inspiraba ninguna confianza era mi única posibilidad de subir a la montaña; así que quedamos a las 4 de la madrugada, una hora para mi un tanto temprana, pero bueno el guía era él.
A las 4 en punto estaba el guía como un reloj y cogimos mi coche alquilado para adentrarnos en el interior de la isla, la carretera cada vez era más precaria, y el turismo que llevaba no estaba preparado para ese tipo de carretera. De repente me dice que pare y se acerca a nosotros en la noche otro hombre que dice ser su tío y que es un guía conocedor del lugar y que vendrá con nosotros. Información nueva que me intranquiliza y me hace dudar aún más. El asfalto se convierte en pista y en algunos tramos muy verticales el coche parece no poder más, así que llegamos a una pequeña explanada y lo dejamos allí.
Aún es de noche cuando nos ponemos andar, pero cuando llevamos media hora deciden parar y esperar a que amanezca porque no ven con claridad el camino a seguir, así que dudo aún más si cabe. En fin yo les dije que porque tan temprano y ahora nos hacen parar en medio de la selva para esperar que amanezca.
Cuando amanece comprueban que se han equivocado y tenemos que retroceder por el mismo camino, esto pinta muy mal y desde luego nada profesional. Ya de día todo se ve de diferente manera y avanzamos con seguridad y contundencia, con un ritmo fuerte que pronto me hace romper a sudar de manera exagerada. El camino sin embargo es descendente y cuando llevamos tres horas andando llegamos a un riachuelo donde paramos a descansar. Me dicen que ahora empieza lo duro, que los próximos
4 horas más con pasos muy delicados, abriendo con machete a veces y agarrándote donde puedes y por fin llegue a la cumbre. Muy contento por haber cumplido otro objetivo pero con mala suerte porque la neblina no me dejo contemplar las fascinantes vistas. Esta vez he tenido suerte, todo apuntaba que estos guías serían unos estafadores o supervivientes con mucha cara (como he comprobado en otras tantas situaciones) pero cumplieron su palabra, aunque yo antes de subir ya le había comunicado a la policía con quien iba y a donde iba por si acaso, que la experiencia me sirva para algo, aunque os digo que a pesar de todo me seguirán engañando en muchos otros sitios.