27 mayo 2010

Viaje a las venas volcánicas de Tenerife

LAURA DOCAMPO

SANTA CRUZ DE TENERIFE

Hace 27.000 años, la lava procedente de la erupción del volcán Pico Viejo cubría las faldas del Teide. La piedra humeante que corría cuesta abajo por las laderas de Icod de Los Vinos formó cavidades similares a las venas de un gigantesco sistema circulatorio. Por esas venas, la sangre ígnea del volcán circuló imparable durante meses. Mientras tanto, el efecto del aire del ambiente fue enfriando las capas exteriores hasta que se solidificaron formando un techo. Más tarde, cuando la emisión lávica se detuvo, el interior de los túneles quedó hueco. Así se formó el mayor tubo volcánico de Europa: la Cueva del Viento.





Este tubo toma su nombre por las fuertes corrientes de aire que se producen en el interior de sus 17 kilómetros. El complejo volcánico de Cueva del Viento es el segundo más largo del mundo, sólo por detrás de otros hallados en Hawai (EE UU). Sin embargo, es el único que se conoce hasta el momento con tres niveles de túneles subterráneos superpuestos.

Un museo al aire libre

En 1994, el Organismo Autónomo de Museos y Centros de Tenerife (OAMC) comenzó a realizar las primeras obras para abrir al público este impresionante tubo volcánico. Finalmente, tras la firma de un convenio de colaboración con el Ayuntamiento de Icod de los Vinos y la empresa pública IDECO, S.A. se ha puesto en marcha un programa de visitas del complejo espeleológico.





El OAMC dispone de un centro de visitantes en el barrio homónimo a la cueva, en lo alto de Icod de los Vinos. Desde allí se ofrecen visitas guiadas en compañía de expertos que en poco más de una hora conducen al visitante por un bosque de pinos hasta llegar a la boca de la cueva. Una vez abajo, toca descubrir algunas de las claves de su origen volcánico y de la vida cavernícola que alberga en su interior. Todo transcurre en un recorrido corto, de poco más de cien metros, pero intenso en información y sensaciones, sobre todo cuando el guía pide al grupo que apaguen las luces de los cascos y permanezcan un minuto en silencio. En aquella infinita oscuridad, cargada de humedad, en la que es difícil pensar que pueda prosperar la vida, el Departamento de Zoología de la Universidad de La Laguna ha descubierto una fauna más que abundante.

La cueva alberga un total de 190 especies, la mayoría invertebrados. De éstas, 48 son troglobias, es decir, animales que sólo pueden vivir en el medio subterráneo. Entre estas especies condenadas a subsistir en la oscuridad, 15 han resultado ser nuevas para la ciencia, como por ejemplo la cucaracha sin ojos. Todas las criaturas encontradas hasta ahora son ciegas, pero han desarrollado otros sentidos para suplir la visión, como el escarabajo cuyas largas antenas proporcionan un fino olfato, un delicado tacto y unas patas y cuerpo estilizados que facilitan su incansable marcha en busca de alimento.

Además, como en un ambiente cavernícola el alimento es escaso, estos animales pueden ayunar durante meses gracias a que tienen un metabolismo muy ralentizado.

En la cueva también se han hallado restos fósiles de animales vertebrados extinguidos como la rata y el lagarto gigantes, y otros restos óseos de especies ya desaparecidas en Tenerife, como la graja y la hubara.

Refugio guanche

Se sabe que la Cueva del Viento era conocida hace 2000 años por los guanches, ya que en diversas exploraciones se han encontrado restos de enterramientos en su interior. Todo el emplazamiento constituye una enorme red laberíntica, con innumerables ramificaciones, la mayoría aún sin explorar. Además, presenta una amplia variedad de estructuras de origen primario tales como estalactitas de lava, cascadas lávicas, terrazas laterales y lagos de lava, entre otras, así como concreciones exógenas de diferente composición (carbonato cálcico, cristobalita y otros compuestos de sílice).



La última etapa de descubrimientos en torno a la Cueva del Viento se inicia con una exploración profunda en 1969. Después de un año de trabajo, la sección espeleológica de La Guancha, del grupo Montañero de Tenerife, publica en 1970 la primera topografía del lugar, en la que se describen seis kilómetros de tubos subterráneos. En 1973, espeleólogos ingleses descubren un pozo que conecta el segundo piso de la cueva con una gran galería de cerca de cuatro kilómetros que comunica con un nivel inferior. En 1989, este grupo explora otros 4.000 metros pasando por estrechas gateras.

Tras estas investigaciones, en el año 1994 el Museo de Ciencias Naturales de Tenerife comenzó las obras para acondicionar el tubo volcánico para abrirlo al público.

La Cueva del Viento es, en gran medida, la inspiración que hizo falta para que se desarrollara la espeleología en Canarias. A partir de los años 60 ha sido escenario de muchas páginas destacadas de la vulcanoespeleología isleña. Esta disciplina, que mezcla deporte y estudio científico tuvo su escuela más destacada en la cavidad volcánica de Icod de los Vinos.

Así, en 1978, nació el grupo de vulcanoespeleología de Tenerife Benisahare. Fue el primero de Canarias y tras su constitución tomaron el relevo del Grupo Montañero de Tenerife en el estudio topográfico de la cueva icodense. Sus trabajos alcanzaron gran notoriedad y fueron difundidos en congresos nacionales e internacionales de espeleología, dando a conocer el atractivo de este espacio, único dentro del contexto europeo, que esconde el archipiélago canario.

Justamente, el carácter subterráneo y escondido de los tubos volcánicos facilitó su conservación, pero a la vez provoca que graves afecciones puedan pasar desapercibidas. En el caso de la cavidad volcánica icodense, al haber un barrio construido sobre gran parte del complejo se han detectado afecciones tanto indirectas, por la filtración de aguas de riego, como otras directas, por el uso de las cavidades como pozos negros para el vertido de aguas residuales o como vertederos.

Para paliar este tipo de problemas y otras acciones que podrían degradar el entorno natural de esta cueva, como la apertura de pistas forestales o nuevas construcciones, desde la década de los noventa está declarada Espacio Natural Protegido.

Es curioso que, pese a la riqueza biológica y al interés arqueológico que tiene, y a su importancia dentro del marco europeo, ese espacio no tenga un nivel de protección similar al que se aplica en la famosa cueva de Lanzarote, Los Jameos del Agua o en la Cueva de los Naturalistas (también en la isla conejera) y el Tubo de Todoque (en La Palma), que cuentan con normas específicas para garantizar su correcta conservación.

Otro proceso que afecta a los espacios naturales es la erosión. En el caso de un tubo volcánico queda plasmada en los desprendimientos que se van produciendo en diversos puntos del techo y de las paredes. En este sentido, la Cueva del Viento presenta un aspecto relativamente joven y en muchos lugares del recorrido conserva sus estructuras primitivas.

Por todo esto, es un privilegio para el visitante poder recorrer el interior de un lugar construido de forma caprichosa por la naturaleza en medio de una violenta erupción volcánica, que, además, sirvió de refugio durante miles de años para los pobladores primitivos de la isla y para especies animales como los murciélagos o la rata gigante, hoy extinguida; que fue trampa mortal para otros que entraron o cayeron accidentalmente y laboratorio para los que lograron adaptarse y vivir en las condiciones más duras.



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