Tras reunirse en la ciudad de Guatemala con la Sra. Embajadora Carmen Dorejas y con el Sr. Cónsul, Huisa partió rápidamente para el departamento de San Marcos al noroeste del país, a tan sólo 17 km. de la frontera con México.
Una vez allí y tras un largo viaje en autobús Huisa recabo la información un tanto contradictoria que le daban unos y otros e incluso se acerco a la municipalidad (ayuntamiento), donde lo atendieron las autoridades para más o menos aclararle el acceso, ruta y tiempo estimado a cumbre.
El problema es que esta montaña no se encuentra en ningún paraje protegido ni parque nacional, así que existe muy poca información en torno a la montaña, a pesar de ser turística como le comentan al alpinista Huisa.
Al día siguiente muy temprano Huisa sale en un bus local hacía la aldea de Tuichán, viviendo en el camino situaciones más peligrosas de las que se va a encontrar incluso en la montaña, debido a la mala y peligrosa conducción de algunos.
Crónica del viaje:
“En una curva de la carretera me deja el autobús, cruzo y comienzo a subir por un pequeño camino y no tardo en rodearme de niños pidiéndome dulces, galletas y dinero. Los más pequeños tienen sus mofletes rojos y quemados por el frío y sus ropas roídas y sucias atestiguan en la situación de precariedad que se encuentran.
Las indicaciones que traigo para no perderme, pues aquí no hay guía ni porteadores, de poco sirven. A los 20 minutos ya me he perdido, pues existen multitud de pequeños senderos por toda la montaña realizados por los excursionistas, por las lluvias y por el ganado.
Pero una gran ventaja que tiene está montaña y que en parte me tranquiliza es que la cumbre se ve desde que comienzas a andar y toda la zona más o menos esta despejada de vegetación, muy lejos de las anteriores montañas que he subido, que eran selva impenetrable. Así que aunque perdido se la dirección de la cumbre y a subir todo lo que venga.
Pero por supuesto no iba a ser tan fácil, tras una colina viene un barranco que tengo que rodear dando una larga vuelta, luego otra colina y otro barranco hasta que decido colocarme debajo de la falda del volcán y para arriba. Por supuesto por esta cara nadie sube y algunos tramos son peligrosos, muy expuestos y con muchas piedras sueltas cubiertas de un manto de hierba que no te permite saber donde pones los pies. Me hundo hasta las rodillas muchas veces, otras me resbalo con las piedras que se mueven y la altura y el peso de la mochila me hacen jadear constantemente.
Hasta que tras varias horas consigo hacer cumbre en la montaña más alta de Centroamérica, el volcán Tajumulco de 4.220. Estoy muy contento porque he conseguido el objetivo de ascender las 7 montañas centroamericanas en un mes y medio y todo ha salido a pedir de boca a pesar del robo, la selva, las minas y las picaduras, pero todo eso es parte de la aventura.
Tras disfrutar de las vistas y de la belleza del cono volcánico comienzo la bajada, pero en esta ocasión por el camino correcto y por tanto se me hace un paseo cómodo y bonito.
Rápidamente regreso a Guatemala y en estos momentos me dirijo ya para España, un viaje emocionante y cargado de éxitos y experiencias.”
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